Cuaje: Cuando la flor se convierte en fruto
En los próximos días, durante un período de 2 a 3 semanas, las diminutas flores blancas de la vid, que tienen la propiedad de ser hermafroditas, comienzan su mágica transformación en frutos. Aquellas que no han sido polinizadas, lentamente caen del racimo, y las que sí, devendrán en los granos que finalmente nos darán el vino.
Es un proceso crucial de la producción vitivinícola, ya que no solo marcará la cantidad de racimos por planta sino también la cantidad de bayas o granos por racimo, y el clima será uno de los factores más influyentes en cuanto al rendimiento que pueda obtenerse. También se verá afectada la calidad en este proceso, ya que se determinará si los racimos van a ser apretados o no y la heterogeneidad presente al momento de la madurez.
Condiciones de tiempo frío, ventoso y húmedo durante este trance pueden reducir de forma notable el porcentaje de cuaje. Afortunadamente en Mendoza las lluvias no suelen ser abundantes en esta etapa del año, aunque el indomable viento Zonda y las heladas tardías pueden jugar una mala pasada.
¿Cómo se trabaja el viñedo durante el cuaje?
El trabajo en el viñedo influirá mucho más en la primera etapa, que consiste en la formación de yemas con pre inflorescencias, para lo cual es clave tener un viñedo equilibrado, poco sombreado y con una correcta nutrición. Durante la segunda etapa, la de la floración propiamente dicha, pueden aplicarse fertilizantes con micronutrientes y promotores que ayudan en este proceso deslumbrante, en el que la Naturaleza transforma a la vid y nos regala sus frutos, que inician su camino -envero mediante- a la maduración y la ansiada cosecha.